martes, 28 de diciembre de 2010
viernes, 17 de diciembre de 2010
Ay, Querida España...
Ana, una compañera de promoción de la escuela me manda un link con una entrevista a Coppola en el Festival de Cine de Marrakech. Más bien es una suerte de masterclass donde el amigo Francis motiva a un público joven con sentencias como: "¿Quieres tener éxito, ser rico y famoso, y que todo el mundo te invite a festivales de cine, o quieres hacer películas preciosas y bellas, que revelen humanidad en cierto modo, y que sean útiles? Son dos maneras distintas de hacer las cosas".
Sigo navegando por la web sin objetivo claro. Veo que Icíar Bollaín va a estrenar su nueva película. De lo que puedo ver por la web parece que va a ser una película interesante, drama social y terriblemente actual. En la web hay un blog donde se cuenta no solo el seguimiento de la película en la cadena de distribución, sino también el seguimiento que ha inspirado la película: la guerra por el agua que se dió en Cochabamba en el 2000, en Bolivia. De ahí salto a la nueva película de Alex de la Iglesia y al blog con el que está promocionando su estreno. Reflexiones del día a día cargadas de mucho humor donde habla del temor a ser gordo de nuevo y de lo mucho que está gustando la película allá donde va... Además publica un video donde sale con Elijah Wood y Nacho Vigalondo borrachos en pleno Austin, Texas.
Vuelvo a Coppola y comprendo por donde voy y qué me propongo conseguir con el cine. Y comprendo que de la Iglesia sea el director de la Academia de Cine, principal institución del cine en España. Y comprendo que Bollaín no.
Ay, querida España…
Más sobre Coppola:
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/12/10/cultura/1291991504.html
Mas sobre Bollaín:
http://www.tambienlalluvia.com/
Más sobre De la Iglesia:
http://baladatristedetrompeta.blogspot.com/
Sigo navegando por la web sin objetivo claro. Veo que Icíar Bollaín va a estrenar su nueva película. De lo que puedo ver por la web parece que va a ser una película interesante, drama social y terriblemente actual. En la web hay un blog donde se cuenta no solo el seguimiento de la película en la cadena de distribución, sino también el seguimiento que ha inspirado la película: la guerra por el agua que se dió en Cochabamba en el 2000, en Bolivia. De ahí salto a la nueva película de Alex de la Iglesia y al blog con el que está promocionando su estreno. Reflexiones del día a día cargadas de mucho humor donde habla del temor a ser gordo de nuevo y de lo mucho que está gustando la película allá donde va... Además publica un video donde sale con Elijah Wood y Nacho Vigalondo borrachos en pleno Austin, Texas.
Vuelvo a Coppola y comprendo por donde voy y qué me propongo conseguir con el cine. Y comprendo que de la Iglesia sea el director de la Academia de Cine, principal institución del cine en España. Y comprendo que Bollaín no.
Ay, querida España…
Más sobre Coppola:
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/12/10/cultura/1291991504.html
Mas sobre Bollaín:
http://www.tambienlalluvia.com/
Más sobre De la Iglesia:
http://baladatristedetrompeta.blogspot.com/
Urubamba, 23:00hrs
Sólo quedamos vero y yo. Todo el resto de alemanes* se han ido dormir. Hoy hemos tenido función de cine a la que ha venido bastante gente y se han quedado hasta tarde. También los alemanes parecen contentos. Hemos comprado unas cuatro botellas de vino para la cena pero nadie tenía ganas de beber y han sobrado la mitad. Asi que Vero y yo decidimos acompañarnos con las botellas a la Plaza de Armas y ver qué ocurre en esta fría noche. Sólo un bar está abierto, el mismo donde antes hemos comprado el vino. Corrijo: no es exactamente un bar, es más bien una licorería con dos mesas y unas pocas sillas. Un grupo de parroquianos tocan baladas con una guitarra mientras alzan sus vasos de cerveza. Vero y yo conversamos de cualquier cosa cuando por la puerta aparece un gringo con una chaqueta con bordados chinos, un sombrero que parece de pelo de llama y un bolso con dibujos shipibos** por el que asoman hierbaluisa, romero, hierbabuena y una pequeña botella. Le pregunto donde ha comprado esa chaqueta. Me dice que la robó en un WallMart en Wisconsin, de donde es. Dice que seguramente unas pequeñas manos chinas hayan hecho esa chaqueta e invadido por el espíritu de Robin Hood decidió robarla, como una pequeña acción antisistema. Masca constantemente una pelota de coca y cada cierto tiempo se rocía las manos con agua florida, una mezcla personal de pimienta, romero y alguna planta más que me perdí de su enumeración. El olor invade la parroquia. De ahí en adelante, se sienta con nosotros y empieza a conversar. He aqui su relato.
Su nombre es Nicolás. Llegó a Perú hace 1 año y medio de Wisconsin y recaló directamente en Iquitos, en plena selva amazónica. Ahí se introdujo en diversas comunidades shipibas y decidió convertirse en aprendiz de chamán y estudiar la ayahuasca. Ahora está en Urubamba para ver a unos amigos y encontrarse con otros chamanes para continuar su aprendizaje.
Hace apenas un mes salió de la ciudad de Iquitos. Vivía con su novia y su familia en una humilde casa en el centro. Resume su relación como un intercambio en el cual la familia le daba cobijo y alimento y él a cambio les compraba cosas, objetos que siempre habían ansiado pero nunca tuvieron dinero para hacerlo. Empezó con inocentes detalles como reparaciones de aparatos eléctricos. Con el tiempo las reparaciones fueron demasiado caras y acabó reemplazando los electrodomésticos por otros nuevos. A él no le costaba tanto dinero al fin y al cabo. Había estado ahorrando bastante dinero americano en pluriempleos con el propósito de establecerse sin apuros económicos en Perú. Por lo que consideraba que el dinero que se ahorraba en hospedaje podía gastarlo en obras benéficas. Además, era la familia de su novia. La quería. A decir verdad, la quería mucho y siempre se sorprendió que una persona se ganara tan rápido su corazón. Nunca antes el amor se había asentado de una manera tan firme en tan escaso tiempo. Pero al fin y al cabo estaba en Perú y todo puede ser posible.
Mientras el amor crecía en su interior, sus estudios de la ayahuasca se fueron desarrollando. Convivir con la familia le permitía mejorar su rudimentario castellano siendo cada vez más fluído. Se adentraba en comunidades shipibas a dos días en barco desde Iquitos y compartía conocimientos con los curanderos y chamanes. No sólo estudiaba la ayahuasca, sino el estudio de las plantas medicinales en general. Estudió la anciana sabiduría inca, la alquimia de la selva, la magia blanca y la negra, estudiaba cada alimento que consumía, probaba a recetarse sus propias medicinas naturales, creaba infusiones...
Nicolas interrumpe de pronto su relato. Los parroquianos cantan cada vez más alto y uno de ellos saca a bailar a Vero sin que ella apenas pueda resistirse. El resto se une a nosotros con la esperanza de acompañarlos en el estribillo. Aprovecho para comprar otra botella de vino. Vino chileno: Concha y Toro, a buen precio y no mal sabor. Cuando hay más dinero, un Casillero del Diablo. Nicolas está parado en el marco de la puerta, mirada perdida en la plaza silenciosa. Le acerco el vino y sigue su relato.
Un buen día un amigo le invitó a pasar unos días en su casa, a varios días en barco desde Iquitos. Le pareció que separarse unos días de su novia y de la familia podría hacerle bien. Últimamente notaba que las compras se producían con más asiduidad y de manera más violenta. Ya no le agradecían como antes, ya no les causaba tanta vergüenza que un extranjero les avasallara a regalos y reparaciones. Por el contrario, le exigían cierta responsabilidad con la familia, obligándole no sólo a comprar regalos a cada miembro sin excepción, sino también alimentos y otros productos básicos. Estaba bien hacerlo de vez en cuando, pero ahora pasaba a ser algo rutinario como misa de domingo. Mientras sus responsabilidades con el hogar crecían, sus estudios e investigaciones en plantas medicinales se iban reduciendo. Había dejado de asistir con regularidad a las ceremonias con su maestro chamán. Amigos y compañeros le extrañaban, pasaba horas en la casa, cuidando de cada miembro de la familia. Por un lado podía experimentar con ellos ciertas infusiones y remedios caseros. Pero sus conocimientos parecían haberse estancado. La chispa de la duda saltó en la cabeza de Nicolas: sentía que no había sacrificado tantas cosas en Wisconsin para estar todo el día comprando regalos a una familia de Perú.
La noticia de alejarse unos días para visitar a un amigo no cayó bien en el seno familiar. Su novia se encerró en su cuarto toda la noche, los padres tacharon la idea de poco apropiada y decidieron aplazar la decisión a más adelante sin darle opción alguna a que expusiera sus argumentos. Todos pensaron que era un burdo plan para escaparse y no volver. Contaban como en otras familias ya se había dado el caso de hijos que abandonaban a sus padres corrompiendo el hogar que lo crió. Le tacharon de ingrato, de no saber ver cuanto había sacrificado la familia por él, de que por su culpa iban a ser el hazmereir de todo el vecindario. La madre comenzó a llorar desconsoladamente mientras el padre lo animaba a marcharse ahora que había conseguido su verdadero propósito: sembrar el miedo. A Nicolas le parecía estar inmerso en el guión de una telenovela, una de esas que veía algunos domingos con toda la familia y que había intercambiado por su ritual ceremonia de ayahuasca. Perplejo por el resultado de su noticia, Nicolas decidió aplazar su viaje hasta que todo se calmara. No comprendía de donde procedía tanto miedo y angustia familiar. Su vocación medicinal hizo que sintiera compasión y quiso ayudarlos con más remedios y cuantos otros ungüentos naturales se le ocurría. Nicolas percibía que alguna fuerza oculta les hacía pensar y actuar de aquella manera y eso le dio a él fuerza para quedarse, pues sentía que las plantas eran mejor método de curación que la compra de una nueva licuadora.
Al cabo de unos días y con la paz renovada, Nicolas reincidió en su deseo de viajar y visitar a su amigo. La reacción esta vez fue exactamente la contraria. El drama se cambió por respuestas frías y desalentadoras y un consejo en letra mayúscula del padre: si te vas, te arrepentirás; existen numerosos peligros contra los que no estás preparado; y quizás para cuando vuelvas, si es que lo consigues, ya no estemos para recibirte. Nicolas percibía que quizás nunca iba a contar con el apoyo de la familia para su misión. Aun así, decidió aplazar su viaje de nuevo y dejar que el tiempo les demostrara su compromiso con la familia.
De vez en cuando algún amigo iba a visitarle a la casa familiar para saber cómo estaba. Inmerso en su tarea de sanación emocional, apenas veía la luz del sol. Todos sus amigos le avisaban del error que cometía. Pero lo que de verdad molestaba a Nicolas, independientemente de lo que pudieran decirle, era haber perdido el contacto con su vocación de estudiar la ayahuasca. Alejado de todo eso, Nicolas se cuestionaba si debía volver a Wisconsin y olvidar todo cuanto había vivido hasta entonces. Acabar con una pesadilla que duraba demasiado.
Un día soleado sale al mercado a comprar ciertas plantas y semillas medicinales. Y mientras salía con una bolsa llena de verduras y legumbres paró un momento a respirar la brisa de la plaza central de Iquitos. Miró a su alrededor. Llevaba un año viviendo en Perú y apenas conocía más allá de los límites de la ciudad. Comenzó a caminar en dirección a la avenida principal que conectaba directamente con el puerto. En el bolsillo tenía dinero como para comprar un pasaje de ida y vuelta hasta una comunidad cercana, situada a una hora de Iquitos en barco. En el puerto anunciaron la salida inmediata de un barco en esa dirección y antes de comprar un billete observó cuidadosamente a su alrededor, a ver si reconocía alguna cara que pudiera delatarlo frente a la familia de su novia. A nadie parecía importarle lo más mínimo su presencia, y eso fue como respirar una bocanada de aire fresco. Sacó un mango de la bolsa, se sentó en el único lugar que había libre y respiró. Respiró larga y profundamente.
Al poco de haber zarpado un fuerte dolor estomacal se apodera de él. Contrariamente a lo que suele ocurrir, no basta con ir al baño. Esta vez no parece ser un alimento en mal estado, una fruta mal lavada, sino que los retortijones parecen venir de un lugar más profundo, un lugar sellado e imposible de acceder. El temblor comienza a manifestarse: primero en sus manos, secas y rígidas, imposibles de otogarles un movimiento coherente; luego se comunican pausadamente a los brazos y de ahí crece progresivamente en forma de retorcimiento de la columna vertebral. Por un momento todo el cuerpo de Nicolas se enraiza, petrificándose y retorciéndose como las ramas de un árbol en el desierto en busca de agua. Con los pulmones vacíos, el corazón deshidratado, el pulso se acelera, la respiración se le entrecorta y su cuello, empujado por el hilo de un tirititero se retuerce como un automáta en dirección al puerto de Iquitos. Y de ahi: “lo único que recuerdo es un golpe opaco, como dos troncos de madera que chocan sin producirse daño alguno. Al día siguiente estaba de nuevo en la casa de mi novia, lleno de energía y salud como si nada hubiera pasado” dice Nicolas mientras bebe del Concha y Toro, la mirada alejada.
La licorería va a cerrar y nos movemos a la plaza de Armas de Urubamba. Son las 02:30 de la madrugada. Los parroquianos se acercan a nosotros con ganas de probar el vino pero les decimos que ya no nos queda. Nicolas tiene una botella que ha comprado antes de salir y todos la reclaman como propia. Ninguno quiere irse sin vino y sin un último baile con Vero. La ceguera del alcohol no les hacce ver que están siendo muy molestos. Sólo uno de ellos parece adevertir a los demás la importancia de tratar bien al gringo. Vero me mira con cara de preocupación: “soy la única chica de este grupo, y estos nos no saben lo que hacen...vámonos”.
Salimos rumbo al hotel. En mi habitación sobra una cama y Nicolas acepta la invitación, pero antes paramos en un puesto de la calle para comer algo que parece una hamburguesa de pollo. Siempre que puedo me escapo con Vero y Laly para comer en aquellos lugares donde el sentido de la correcta higiene de un alemán jamás le llevaría. Dentro del hotel, continúa el relato.
Nicolas jamás había padecido el ataque de una fuerza tan avasalladora y sin compasión alguna, capaz de aniquilar su conciencia en cuestión de segundos. Ha sido la única vez que ha percibido cómo es cuando la vida abandona tu cuerpo, olvidado a la intemperie de la muerte. Especialmente si el sujeto es alguien que con el estudio de la ayahuasca está acostumbrado a explorar los límites de su cuerpo, entre la vida y la muerte. Sin embargo lo que le sorprendió especialmente fue la rápida recuperación: de la misma manera que la enfermedad tomo posesión de él en el barco, ésta le liberó una vez aterrizó de nuevo en el hogar.
En el seno familiar reinaba una felicidad y tranquilidad impensable en los anteriores días. Nicolas pensó que su frustado intento de escape destrozaría por completo su vínculo con su novia y familiares. Mas al contrario, no hizo si no reforzar y enriquecer su unión. Todos los días por la mañana y a la tarde le daban una infusión que en todo el año solo recordaba haberla tomado una vez y fue cuando recién de conocer a su novia se presentaba a sus padres. Era una infusión que según decían debía tomarla para recuperarse del ataque. Su curiosidad médica le obligaba a preguntar qué tipo de planta era aquella que nunca había visto antes, pero nunca le dijeron el nombre. Solo afirmaban que era un privilegiado por poder tomarla ya que apenas se encontraba o resultaba excesivamente cara. De nuevo, Nicolas estaba cenando en la mesa de la casa que tan bien conocía, tratando de mitigar la pena que le invadía. El miedo de volver a salir y padecer otro ataque era tal que prefirió la condena carcelaria de ser uno más de la familia.
En el hospital nunca le supieron decir qué podría haber sido. Le realizaron varios exámenes clínicos que solo confirmaron que estaba entre tres o cuatro posibles enfermedades, cada cual más hipotética. Siempre iba acompanado por toda la familia, ya que no querían dejarlo solo en el estado en el que se encontraba. Y cada hipótesis nueva que aparecía tras cada resultado de examen no hacía sino confirmar a la familia de su novia que gracias a ellos podia seguir con vida. Pero Nicolas nunca confió en los métodos de la medicina occidental y decidió ir al único lugar donde podía ser sanado: su maestro curandero y chamán.
Tuvo que mentir a la familia alegando que tenía que recoger unos resultados del hospital, algo muy rutinario, y que no era necesario que lo acompañaran. Encontrarse de nuevo con él fue como renacer. No tardó apenas un segundo en adivinar el motivo de su visita. Estaba al corriente de todo, a pesar de que llevaban varios meses sin verse. Nicolas se desahogó, reventó, le contó todo con todo detalle, lloró se recuperó y volvió a llorar. El silencio tras el final de su historia fue sanador. Se había olvidado de cuanto duele amarrar las penas. Su maestro escuchó con esa paciencia milenaria que solo los maestros son capaces. Una vez terminado le contó que había sido envenenado con la planta del amor, un producto muy utilizado por la brujería negra. Es algo muy común entre los iquiteños que no quieren desprenderse de algún gringo que cazan y que usan siempre de manera preventiva, si bien puede resultar ser mortal.
Esa misma tarde su maestro le preparó una infusión y juntos celebraron un ritual de limpieza. Le dejó alguna prenda, algo de dinero y le embarcó en un avión a Lima sin parada en la casa de su novia. A la medianoche, Nicolas estaba sobrevolando el cielo de Lima con una sensación de bienestar como nunca antes había experimentado desde que llegara hace un año a Perú.
“No entiendo como algo que sirve para sanar enfermedades, que nace con la vocación de realizar el bien pueda ser usado a la vez para realizar tanto daño”, concluye Nicolas.
Son casi las 06:00 de la mañana y la luz empieza a transformar el espacio de la habitación. Los alemanes vendrán a despertarme en un par de horas para seguir con el plan del viaje. Estamos vivos, eso es lo importante, dice Nicolas mientras se apodera de la cama libre. Yo me quedo mirando el techo y un escalofrío recorre mi cuerpo.
*los alemanes a los que me refieron son parte de un proyecto en el que participo junto con nómadas y que básicamente se dedica a realizar talleres de documentales para jóvenes y funciones de cine. Para más info: www.cinecita.org
** los shipibo son una comunidad indígena muy poblada que se caracteriza por vivir en la selva amazónica del norte de Perú. Son conocidos a su vez por encontrar entre sus tradiciones el uso de la ayahuasca entre otras miles de plantas medicinales.
Sólo quedamos vero y yo. Todo el resto de alemanes* se han ido dormir. Hoy hemos tenido función de cine a la que ha venido bastante gente y se han quedado hasta tarde. También los alemanes parecen contentos. Hemos comprado unas cuatro botellas de vino para la cena pero nadie tenía ganas de beber y han sobrado la mitad. Asi que Vero y yo decidimos acompañarnos con las botellas a la Plaza de Armas y ver qué ocurre en esta fría noche. Sólo un bar está abierto, el mismo donde antes hemos comprado el vino. Corrijo: no es exactamente un bar, es más bien una licorería con dos mesas y unas pocas sillas. Un grupo de parroquianos tocan baladas con una guitarra mientras alzan sus vasos de cerveza. Vero y yo conversamos de cualquier cosa cuando por la puerta aparece un gringo con una chaqueta con bordados chinos, un sombrero que parece de pelo de llama y un bolso con dibujos shipibos** por el que asoman hierbaluisa, romero, hierbabuena y una pequeña botella. Le pregunto donde ha comprado esa chaqueta. Me dice que la robó en un WallMart en Wisconsin, de donde es. Dice que seguramente unas pequeñas manos chinas hayan hecho esa chaqueta e invadido por el espíritu de Robin Hood decidió robarla, como una pequeña acción antisistema. Masca constantemente una pelota de coca y cada cierto tiempo se rocía las manos con agua florida, una mezcla personal de pimienta, romero y alguna planta más que me perdí de su enumeración. El olor invade la parroquia. De ahí en adelante, se sienta con nosotros y empieza a conversar. He aqui su relato.
Su nombre es Nicolás. Llegó a Perú hace 1 año y medio de Wisconsin y recaló directamente en Iquitos, en plena selva amazónica. Ahí se introdujo en diversas comunidades shipibas y decidió convertirse en aprendiz de chamán y estudiar la ayahuasca. Ahora está en Urubamba para ver a unos amigos y encontrarse con otros chamanes para continuar su aprendizaje.
Hace apenas un mes salió de la ciudad de Iquitos. Vivía con su novia y su familia en una humilde casa en el centro. Resume su relación como un intercambio en el cual la familia le daba cobijo y alimento y él a cambio les compraba cosas, objetos que siempre habían ansiado pero nunca tuvieron dinero para hacerlo. Empezó con inocentes detalles como reparaciones de aparatos eléctricos. Con el tiempo las reparaciones fueron demasiado caras y acabó reemplazando los electrodomésticos por otros nuevos. A él no le costaba tanto dinero al fin y al cabo. Había estado ahorrando bastante dinero americano en pluriempleos con el propósito de establecerse sin apuros económicos en Perú. Por lo que consideraba que el dinero que se ahorraba en hospedaje podía gastarlo en obras benéficas. Además, era la familia de su novia. La quería. A decir verdad, la quería mucho y siempre se sorprendió que una persona se ganara tan rápido su corazón. Nunca antes el amor se había asentado de una manera tan firme en tan escaso tiempo. Pero al fin y al cabo estaba en Perú y todo puede ser posible.
Mientras el amor crecía en su interior, sus estudios de la ayahuasca se fueron desarrollando. Convivir con la familia le permitía mejorar su rudimentario castellano siendo cada vez más fluído. Se adentraba en comunidades shipibas a dos días en barco desde Iquitos y compartía conocimientos con los curanderos y chamanes. No sólo estudiaba la ayahuasca, sino el estudio de las plantas medicinales en general. Estudió la anciana sabiduría inca, la alquimia de la selva, la magia blanca y la negra, estudiaba cada alimento que consumía, probaba a recetarse sus propias medicinas naturales, creaba infusiones...
Nicolas interrumpe de pronto su relato. Los parroquianos cantan cada vez más alto y uno de ellos saca a bailar a Vero sin que ella apenas pueda resistirse. El resto se une a nosotros con la esperanza de acompañarlos en el estribillo. Aprovecho para comprar otra botella de vino. Vino chileno: Concha y Toro, a buen precio y no mal sabor. Cuando hay más dinero, un Casillero del Diablo. Nicolas está parado en el marco de la puerta, mirada perdida en la plaza silenciosa. Le acerco el vino y sigue su relato.
Un buen día un amigo le invitó a pasar unos días en su casa, a varios días en barco desde Iquitos. Le pareció que separarse unos días de su novia y de la familia podría hacerle bien. Últimamente notaba que las compras se producían con más asiduidad y de manera más violenta. Ya no le agradecían como antes, ya no les causaba tanta vergüenza que un extranjero les avasallara a regalos y reparaciones. Por el contrario, le exigían cierta responsabilidad con la familia, obligándole no sólo a comprar regalos a cada miembro sin excepción, sino también alimentos y otros productos básicos. Estaba bien hacerlo de vez en cuando, pero ahora pasaba a ser algo rutinario como misa de domingo. Mientras sus responsabilidades con el hogar crecían, sus estudios e investigaciones en plantas medicinales se iban reduciendo. Había dejado de asistir con regularidad a las ceremonias con su maestro chamán. Amigos y compañeros le extrañaban, pasaba horas en la casa, cuidando de cada miembro de la familia. Por un lado podía experimentar con ellos ciertas infusiones y remedios caseros. Pero sus conocimientos parecían haberse estancado. La chispa de la duda saltó en la cabeza de Nicolas: sentía que no había sacrificado tantas cosas en Wisconsin para estar todo el día comprando regalos a una familia de Perú.
La noticia de alejarse unos días para visitar a un amigo no cayó bien en el seno familiar. Su novia se encerró en su cuarto toda la noche, los padres tacharon la idea de poco apropiada y decidieron aplazar la decisión a más adelante sin darle opción alguna a que expusiera sus argumentos. Todos pensaron que era un burdo plan para escaparse y no volver. Contaban como en otras familias ya se había dado el caso de hijos que abandonaban a sus padres corrompiendo el hogar que lo crió. Le tacharon de ingrato, de no saber ver cuanto había sacrificado la familia por él, de que por su culpa iban a ser el hazmereir de todo el vecindario. La madre comenzó a llorar desconsoladamente mientras el padre lo animaba a marcharse ahora que había conseguido su verdadero propósito: sembrar el miedo. A Nicolas le parecía estar inmerso en el guión de una telenovela, una de esas que veía algunos domingos con toda la familia y que había intercambiado por su ritual ceremonia de ayahuasca. Perplejo por el resultado de su noticia, Nicolas decidió aplazar su viaje hasta que todo se calmara. No comprendía de donde procedía tanto miedo y angustia familiar. Su vocación medicinal hizo que sintiera compasión y quiso ayudarlos con más remedios y cuantos otros ungüentos naturales se le ocurría. Nicolas percibía que alguna fuerza oculta les hacía pensar y actuar de aquella manera y eso le dio a él fuerza para quedarse, pues sentía que las plantas eran mejor método de curación que la compra de una nueva licuadora.
Al cabo de unos días y con la paz renovada, Nicolas reincidió en su deseo de viajar y visitar a su amigo. La reacción esta vez fue exactamente la contraria. El drama se cambió por respuestas frías y desalentadoras y un consejo en letra mayúscula del padre: si te vas, te arrepentirás; existen numerosos peligros contra los que no estás preparado; y quizás para cuando vuelvas, si es que lo consigues, ya no estemos para recibirte. Nicolas percibía que quizás nunca iba a contar con el apoyo de la familia para su misión. Aun así, decidió aplazar su viaje de nuevo y dejar que el tiempo les demostrara su compromiso con la familia.
De vez en cuando algún amigo iba a visitarle a la casa familiar para saber cómo estaba. Inmerso en su tarea de sanación emocional, apenas veía la luz del sol. Todos sus amigos le avisaban del error que cometía. Pero lo que de verdad molestaba a Nicolas, independientemente de lo que pudieran decirle, era haber perdido el contacto con su vocación de estudiar la ayahuasca. Alejado de todo eso, Nicolas se cuestionaba si debía volver a Wisconsin y olvidar todo cuanto había vivido hasta entonces. Acabar con una pesadilla que duraba demasiado.
Un día soleado sale al mercado a comprar ciertas plantas y semillas medicinales. Y mientras salía con una bolsa llena de verduras y legumbres paró un momento a respirar la brisa de la plaza central de Iquitos. Miró a su alrededor. Llevaba un año viviendo en Perú y apenas conocía más allá de los límites de la ciudad. Comenzó a caminar en dirección a la avenida principal que conectaba directamente con el puerto. En el bolsillo tenía dinero como para comprar un pasaje de ida y vuelta hasta una comunidad cercana, situada a una hora de Iquitos en barco. En el puerto anunciaron la salida inmediata de un barco en esa dirección y antes de comprar un billete observó cuidadosamente a su alrededor, a ver si reconocía alguna cara que pudiera delatarlo frente a la familia de su novia. A nadie parecía importarle lo más mínimo su presencia, y eso fue como respirar una bocanada de aire fresco. Sacó un mango de la bolsa, se sentó en el único lugar que había libre y respiró. Respiró larga y profundamente.
Al poco de haber zarpado un fuerte dolor estomacal se apodera de él. Contrariamente a lo que suele ocurrir, no basta con ir al baño. Esta vez no parece ser un alimento en mal estado, una fruta mal lavada, sino que los retortijones parecen venir de un lugar más profundo, un lugar sellado e imposible de acceder. El temblor comienza a manifestarse: primero en sus manos, secas y rígidas, imposibles de otogarles un movimiento coherente; luego se comunican pausadamente a los brazos y de ahí crece progresivamente en forma de retorcimiento de la columna vertebral. Por un momento todo el cuerpo de Nicolas se enraiza, petrificándose y retorciéndose como las ramas de un árbol en el desierto en busca de agua. Con los pulmones vacíos, el corazón deshidratado, el pulso se acelera, la respiración se le entrecorta y su cuello, empujado por el hilo de un tirititero se retuerce como un automáta en dirección al puerto de Iquitos. Y de ahi: “lo único que recuerdo es un golpe opaco, como dos troncos de madera que chocan sin producirse daño alguno. Al día siguiente estaba de nuevo en la casa de mi novia, lleno de energía y salud como si nada hubiera pasado” dice Nicolas mientras bebe del Concha y Toro, la mirada alejada.
La licorería va a cerrar y nos movemos a la plaza de Armas de Urubamba. Son las 02:30 de la madrugada. Los parroquianos se acercan a nosotros con ganas de probar el vino pero les decimos que ya no nos queda. Nicolas tiene una botella que ha comprado antes de salir y todos la reclaman como propia. Ninguno quiere irse sin vino y sin un último baile con Vero. La ceguera del alcohol no les hacce ver que están siendo muy molestos. Sólo uno de ellos parece adevertir a los demás la importancia de tratar bien al gringo. Vero me mira con cara de preocupación: “soy la única chica de este grupo, y estos nos no saben lo que hacen...vámonos”.
Salimos rumbo al hotel. En mi habitación sobra una cama y Nicolas acepta la invitación, pero antes paramos en un puesto de la calle para comer algo que parece una hamburguesa de pollo. Siempre que puedo me escapo con Vero y Laly para comer en aquellos lugares donde el sentido de la correcta higiene de un alemán jamás le llevaría. Dentro del hotel, continúa el relato.
Nicolas jamás había padecido el ataque de una fuerza tan avasalladora y sin compasión alguna, capaz de aniquilar su conciencia en cuestión de segundos. Ha sido la única vez que ha percibido cómo es cuando la vida abandona tu cuerpo, olvidado a la intemperie de la muerte. Especialmente si el sujeto es alguien que con el estudio de la ayahuasca está acostumbrado a explorar los límites de su cuerpo, entre la vida y la muerte. Sin embargo lo que le sorprendió especialmente fue la rápida recuperación: de la misma manera que la enfermedad tomo posesión de él en el barco, ésta le liberó una vez aterrizó de nuevo en el hogar.
En el seno familiar reinaba una felicidad y tranquilidad impensable en los anteriores días. Nicolas pensó que su frustado intento de escape destrozaría por completo su vínculo con su novia y familiares. Mas al contrario, no hizo si no reforzar y enriquecer su unión. Todos los días por la mañana y a la tarde le daban una infusión que en todo el año solo recordaba haberla tomado una vez y fue cuando recién de conocer a su novia se presentaba a sus padres. Era una infusión que según decían debía tomarla para recuperarse del ataque. Su curiosidad médica le obligaba a preguntar qué tipo de planta era aquella que nunca había visto antes, pero nunca le dijeron el nombre. Solo afirmaban que era un privilegiado por poder tomarla ya que apenas se encontraba o resultaba excesivamente cara. De nuevo, Nicolas estaba cenando en la mesa de la casa que tan bien conocía, tratando de mitigar la pena que le invadía. El miedo de volver a salir y padecer otro ataque era tal que prefirió la condena carcelaria de ser uno más de la familia.
En el hospital nunca le supieron decir qué podría haber sido. Le realizaron varios exámenes clínicos que solo confirmaron que estaba entre tres o cuatro posibles enfermedades, cada cual más hipotética. Siempre iba acompanado por toda la familia, ya que no querían dejarlo solo en el estado en el que se encontraba. Y cada hipótesis nueva que aparecía tras cada resultado de examen no hacía sino confirmar a la familia de su novia que gracias a ellos podia seguir con vida. Pero Nicolas nunca confió en los métodos de la medicina occidental y decidió ir al único lugar donde podía ser sanado: su maestro curandero y chamán.
Tuvo que mentir a la familia alegando que tenía que recoger unos resultados del hospital, algo muy rutinario, y que no era necesario que lo acompañaran. Encontrarse de nuevo con él fue como renacer. No tardó apenas un segundo en adivinar el motivo de su visita. Estaba al corriente de todo, a pesar de que llevaban varios meses sin verse. Nicolas se desahogó, reventó, le contó todo con todo detalle, lloró se recuperó y volvió a llorar. El silencio tras el final de su historia fue sanador. Se había olvidado de cuanto duele amarrar las penas. Su maestro escuchó con esa paciencia milenaria que solo los maestros son capaces. Una vez terminado le contó que había sido envenenado con la planta del amor, un producto muy utilizado por la brujería negra. Es algo muy común entre los iquiteños que no quieren desprenderse de algún gringo que cazan y que usan siempre de manera preventiva, si bien puede resultar ser mortal.
Esa misma tarde su maestro le preparó una infusión y juntos celebraron un ritual de limpieza. Le dejó alguna prenda, algo de dinero y le embarcó en un avión a Lima sin parada en la casa de su novia. A la medianoche, Nicolas estaba sobrevolando el cielo de Lima con una sensación de bienestar como nunca antes había experimentado desde que llegara hace un año a Perú.
“No entiendo como algo que sirve para sanar enfermedades, que nace con la vocación de realizar el bien pueda ser usado a la vez para realizar tanto daño”, concluye Nicolas.
Son casi las 06:00 de la mañana y la luz empieza a transformar el espacio de la habitación. Los alemanes vendrán a despertarme en un par de horas para seguir con el plan del viaje. Estamos vivos, eso es lo importante, dice Nicolas mientras se apodera de la cama libre. Yo me quedo mirando el techo y un escalofrío recorre mi cuerpo.
*los alemanes a los que me refieron son parte de un proyecto en el que participo junto con nómadas y que básicamente se dedica a realizar talleres de documentales para jóvenes y funciones de cine. Para más info: www.cinecita.org
** los shipibo son una comunidad indígena muy poblada que se caracteriza por vivir en la selva amazónica del norte de Perú. Son conocidos a su vez por encontrar entre sus tradiciones el uso de la ayahuasca entre otras miles de plantas medicinales.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
sábado, 23 de octubre de 2010
enlaces a videos
En el valle sagrado http://vimeo.com/16126221
En Bagua Chica http://vimeo.com/16126723
LIMA, sin acentos
Cuando llegue a Lima por primera vez me prometi salir corriendo de ahi. Me parecio la ciudad mas deprimente que jamas habia visto. Constantemente gris, con una niebla que cubre las partes mas altas de los edificios y con la amenaza constante de lluvia. Pero nunca llueve. Solo chispea o garua como dicen aca. El cielo es blanco, nunca azul. La ciudad se esconde entre la niebla, sin posibilidad de saber la hora si miras el cielo. Como en un plato de television, los focos blancos se proyectan en el cielo hasta que la noche los apaga.
Ahora estoy en Lima de nuevo. Tengo 10 dias por delante en esta ciudad hasta que vuelva a salir en el proximo proyecto de Nomadas, esta vez, desde Tumbres al norte del Peru hasta el Lago Titicaca, en la frontera con Bolivia. Pero quiero hablar de Lima.
Ayer pasee horas y horas por las calles de Lima. No sabia a donde ir. Decidi ir al centro. Siempre hay que ir al centro cuando llegas por primera vez a una ciudad. En el bus alguno se me acercaba a advertirme de los peligros del centro. Gente mala, que te quiere robar, tu gringuito, tu, te robaran, no vayas, ten cuidado, alerta, alerta. Tras un largo viaje llegue al centro. Y me debi de equivocar de centro porque no era el centro del que me hablaban. Asi que segui caminando en busca de otro centro. Hice fotografias. Me compre un libro de Vargas Llosa, noble Nobel. E inluso comi en un KFC. Decidi irme del centro y volver al extraradio donde esta mi hotel. Y caminando pense que el centro se comporto como cualquier otro centro.
Fui a la cercana playa y me sente a mirar el horizonte del Oceano Pacifico. Y de pronto me senti a gusto. Un amigo me encontro y me pidio que fueramos de nuevo al centro a hacer unas fotografias. Quizas ese centro si fuera el centro del que me hablaban. Despues nos tomamos unas cervezas y se fue a su casa. Camine por las calles vacias a las cuatro de la madrugada. Estaban desiertas. Y sonrei, porque era libre, porque fui al centro y camine a oscuras. Y pense que mientras yo paseaba enamorado de las fachadas limeñas, todos estan encerrados en sus casas, victimas de la constante amenaza de lluvia del cielo de Lima. Pero nunca llueve, solo garua.
En el camino
Hace poco recibi un mail de un amigo con el que estudie en la escuela de cine hasta segundo año. Lo hecharon injustamente y decidio irse de España a hacer las Americas. Se fue a Montevideo y ahora esta en Buenos Aires. No mantengo todo el contacto que desearia con el. De pronto recibo un mail. Acaba de crear una productora y va a emprender un proyecto apasionante. Viajar de Buenos Aires a San Francisco en un Ford Falcon, con todo el tiempo por delante, y con una camara en su bolsillo. El objetivo es hacer un documental de la experiencia. Espero que pase por Peru y poder acompañarlo un poco.
Luismi, que grande eres cabron!
ver mas en...
lapandereta.com
http://sicadaespanolmedieraunapeseta.blogspot.com
Luismi, que grande eres cabron!
ver mas en...
lapandereta.com
http://
Viajando
jueves, 21 de octubre de 2010
viernes, 8 de octubre de 2010
vida nómada
El miercoles 06 dio fin la gira que me ha llevado por el norte del Perú durante cinco semanas. Todas las experiencias que he vivido parecen imposibles de insertar en tan solo cinco semanas. El viaje ha pasado deprisa y a la vez siento que he viajado durante mucho tiempo. Hemos viajado por los departamentos de Cajamarca, Lambayeque y Amazonas realizando un total de 25 funciones de cine. Me sé de memoria todas las películas que hemos proyectado. Un cortometraje me ha llamado especialmente la atención. Se titula Zezé y es del director brasileño Cao Hamburguer. Es una historia muy sencilla pero muy visual, con una única línea de diálogo, y siempre funciona como previo antes del largometraje. Es bonito ver como la gente de todos los pueblos se han reído siempre en el mismo lugar. Esa es la magia del audiovisual, que puede ser universal. Y más hoy en día donde incluso en los pueblos más reconditos, accesibles únicamente por caminos de montaña estrechos y empinados, mínimo algún vecino tiene televisión.
Hemos tenido funciones de todos los tipos. Recuerdo un pueblo donde al caer la noche a partir de las 6 de la tarde todo el mundo se encerraba en su casa y los fantasmas moraban sus calles. Eran en su mayoría campesinos y el reloj solar manda. Estábamos preocupados por la posible poca asistencia de público pero al final resultó ser una de las mejores funciones y de más asistencia. La gente parecía salir de entre las piedras. Todos reían y miraban fascinados la pantalla. Se creó un vínculo muy especial entre nosotros (como proyeccionistas) y ellos (como público) y durante un par de horas cambiamos la rutina del pueblo.
Otra función muy especial fue en Bagua Chica. Hace un año se produjo un incidente que acabó con la muerte de varias personas. En resumidisimas cuentas: gente de la comarca de Amazonas se quejaba que multinacionales mineras y petroleras estaban contaminando la selva, los ríos y los campos de cultivo. Esta situación se lleva viviendo muchos años en Perú. Cansados de no ser atendidos por el gobierno decidieron cortar la carretera principal impidiendo el paso durante varias semanas. Alan García, cansado de esta situación, mandó a militares a que limpiaran la zona. El enfrentamiento acabó con varios militares muertos e incontables milicianos desaparecidos todavía hoy día. Teniendo este precedente, proyectamos un docuemntal titulado "La Mina: historia de una montaña sagrada" sobre una tribu en la India afectada por una gran empresa minera que ha devastado sus campos, contaminado sus pozos y provocado muchas enfermedades a las que no eran inmunes y no conocían (una simple gripe, por ejemplo). Cuando acabó la proyección muchisíma gente se nos acercó sorprendida por la similitud del caso con el suyo propio. No imaginaban que algo tan similar pudiera suceder en otro lado del mundo que no fuera Bagua.
La convivencia con mis compañeros de viaje pasó por muchas etapas. La expectativa de los primeros días, el cansancio a mitad de viaje de vernos siempre las mismas caras, y la nostalgia de que se acabara tan pronto.
A pocos días de acabar la gira me llamó la directora de Nómadas. Me preguntó que tal todo. Yo le dije la verdad: muy bien. Entonces, tengo otro proyecto para tí que quizás te interese más. El 2 de noviembre sale un camión desde el norte de Perú con unos alemanes que están haciendo talleres de documental con mujeres en poblaciones chiquitas. Han viajado por Ecuador y llegarán hasta Bolivia. Tu trabajo será hacer dos talleres de 10 días cada uno en colaboración con ellos cerca de Cuzco. El viaje acaba el 10 de diciembre, te interesa? Claro. (más info en: http://www.cine-cita.org/)
Asi que llegué a Lima el miercoles por la noche y mañana sábado salgo a las 2 de la tarde rumbo a Cuzco a preparar el proyecto, unos 10 días aprox. 22 horas de autobús. Hacia el 20 de octubre vuelvo a Lima y el 2 de noviembre ya me estoy llendo de nuevo. La vida nómada, supongo.
domingo, 26 de septiembre de 2010
sábado, 18 de septiembre de 2010
jueves, 16 de septiembre de 2010
Hace unos días puse en este blog una fotografía de una Iglesia con la inscripción de "Buena Muerte" y anuncié mi entrada en el Amazonas. Si bien no hemos entrado mucho en la profundidad y estaremos solo cuatro días más, el Amazonas me ha pegado bastante fuerte. Desde ayer algo se ha metido en mi estómago y me ha revolucionado todo el cuerpo. Lo que aparentemente era un menú sencillo y sabroso, se ha convertido en la fuente de mis males. Nunca pensé que podría vaciarme tanto y por tanto orificios a la vez. Al principio yo era el único de los 5 que viajamos en padecer al bichito. Pero poco a poco y a día de hoy los 5 estamos jodidos. Y es que amigos la selva es dura. Lo peor es tener tu estómago girando concéntricamente y estar en la calle oliendo a aguas fecales y carne frita. Según me dicen los demás tripulantes el mayor peligro de la selva es el agua. Y sin embargo es el recurso que más abunda.
Ojalá pudiera volver a esa iglesia de la Buena Muerte y encontrar la paz estomacal.
lunes, 13 de septiembre de 2010
BUENA MUERTE EN CHACHAPOYAS
viernes, 10 de septiembre de 2010
FUNCIÓN
Estas son algunas fotografías que he hecho de las funciones de cine. Aqui, le llamamos "función" al pase de la película. Me gusta el nombre porque le da un significado escénico, real, que ocurre en el momento y lugar presentes. Y es que todos los días llegamos a un pueblo distinto y lo tomamos. Somos la novedad de muchos lugares acostumbrados a su rutina. Descargar el material, inflar la pantalla, hacer las pruebas de sonido...todo es una gran función de teatro de calle.
Y aqui, ahora, me acuerdo de los días que hacía teatro donde se producía algo parecido, pues también tomábamos las calles del pueblo y las llenábamos de magia teatral.
Es hermoso ver de primera mano cómo reacciona la gente frente a las películas, las risas, los comentarios en voz baja,...esa información que solo se puede tener con el teatro la puedo revivir ahora con el cine.
Y aqui, ahora, me acuerdo de los días que hacía teatro donde se producía algo parecido, pues también tomábamos las calles del pueblo y las llenábamos de magia teatral.
Es hermoso ver de primera mano cómo reacciona la gente frente a las películas, las risas, los comentarios en voz baja,...esa información que solo se puede tener con el teatro la puedo revivir ahora con el cine.
Imagen de niños lustradores de zapatos que viven en la calle viendo la función.
jueves, 9 de septiembre de 2010
martes, 1 de junio de 2010
Llevo mucho tiempo sin escribir aqui. Exactamente dos años. Y creo que sigo sin saber el por qué de escribir en un blog. No comprendo su misterio interno.
¿Ego-blog? ¿Yo-blog? ¿Máscara-Fantástica-Blog? ¿El-heroe-del-barrio-Blog?
Imagino que esto es lo más parecido a lanzar al mar un mensaje dentro de una botella. Ahí va.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)



Cruzando a Ecuador para renovar mi pasaporte y poder seguir en Perú