A los días me hice amigo de un señor que tiene una bodeguita en una plaza de un pequeño pueblo de la sierra colombiana. Despotricaba contra todo lo colombiano tanto como lo defendía con ferviente amor. Colombia, Paraíso e Infierno, dice. Algún día hablaré de él aquí. Imagina una tarta cortada en cinco pedazos, dice mientras sostiene un papel a modo de tarta...cada pedazo es el capital de Colombia, bueno pues, un trozo van para los políticos, otro para los curas, otro para los terroristas, otro para el pueblo y el último para la mafia. Hasta ahora todo correcto. Que pasa entonces? Que salvo el del pueblo, todos los demás se los están comiendo las mismas personas. Esas mismas personas que trafican con cocaína y escuchan esa mierda de música mejicana...
Ahí caí en la cuenta. Al colombiano no le gusta esa música, simplemente le queda cerca. Son canciones que hablan de una misma realidad en países diferentes.
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